miércoles, 13 de noviembre de 2013

"CÚCARA Y MÁCARA"


Al leer Cúcara y Mácara de Óscar Liera, es inevitable no recordar la Corona de Usigli, que también participa de la “ficcionalización de la experiencia”, como denomina B. Rizk a la reescritura y a la deconstrucción histórica. Si bien la “historicidad” de la aparición que ha originado el culto guadalupano es estimada en la obra de Usigli como reconstrucción desmitificadora, en el texto de Liera, que también incurre en esta reelaboración, se advierte el cariz irónico que permea a todo el Nuevo historicismo y que Rizk explicita a través de las consideraciones de Linda Hutcheon. En Cúcara y Mácara se deconstruye el mito guadalupano, siendo este el pretexto esencial para hacer evidente cómo se dispone, a puerta cerrada, entre el Clero y el Estado, es decir  los sistemas oficiales, la historicidad preceptiva; y de esta distribución canónica no pueden  participar los personajes que ocupan la zona periférica, Angustias y Expectación, pero que en realidad son ellos quienes terminan oficializando el acontecimiento. El texto de Liera se desliga de la “lectura historicista” de Usigli y filtra la circunstancia a través de una coyuntura y personajes que terminan haciéndose reconocibles, sobre todo las figuras principales: la virgen de Siquitribum y Elgarberto, además del sacerdote 1º, quien evoca los ideales de la Reforma. Liera desacraliza la atmósfera hierática que envuelve a las asambleas religiosas, valor que también ha sido asignado por los personajes limítrofes, presentando a un clero decadente y manipulador. Un grupo de religiosos, al que después se une un ministro de estado que termina reconociendo la igualdad entre la Iglesia y el sistema al que pertenece, se ha reunido a deliberar sobre el reciente ataque al templo de Siquitribum; y aprovechándose de la fe del fraile Elgarberto, quien desea alcanzar el don, como Cúcara y Mácara, de ser uno de los elegidos de la virgen, deciden, como lo expresa Rizk, reescribir el acontecimiento. Se dirá que mientras Elgarberto rezaba, la virgen descendió provocando la destrucción del templo, salvándose sólo el icono de la deidad. Pero como la imagen se destruyó en la explosión, los religiosos deciden, excepto el sacerdote 1º, que es una especie de Lutero en miniatura y pugna por regresar al monoteísmo, a través de la nota que escriben Expectación y Angustias, sustituir la imagen por la que está en el convento de San Francisco. Como se ha comentado, a través de esta obra se advierte la intención desacralizadora de los  mitos históricos que se desarrolló a partir del Nuevo historicismo.

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