Al
leer Cúcara y Mácara de Óscar Liera,
es inevitable no recordar la Corona
de Usigli, que también participa de la “ficcionalización de la experiencia”,
como denomina B. Rizk a la reescritura y a la deconstrucción histórica. Si bien
la “historicidad” de la aparición que ha originado el culto guadalupano es estimada
en la obra de Usigli como reconstrucción desmitificadora, en el texto de Liera,
que también incurre en esta reelaboración, se advierte el cariz irónico que
permea a todo el Nuevo historicismo y que Rizk explicita a través de las
consideraciones de Linda Hutcheon. En Cúcara
y Mácara se deconstruye el mito guadalupano, siendo este el pretexto esencial
para hacer evidente cómo se dispone, a puerta cerrada, entre el Clero y el
Estado, es decir los sistemas oficiales,
la historicidad preceptiva; y de esta distribución canónica no pueden participar los personajes que ocupan la zona periférica,
Angustias y Expectación, pero que en realidad son ellos quienes terminan oficializando
el acontecimiento. El texto de Liera se desliga de la “lectura historicista” de
Usigli y filtra la circunstancia a través de una coyuntura y personajes que
terminan haciéndose reconocibles, sobre todo las figuras principales: la virgen
de Siquitribum y Elgarberto, además del sacerdote 1º, quien evoca los ideales
de la Reforma. Liera desacraliza la atmósfera hierática que envuelve a las
asambleas religiosas, valor que también ha sido asignado por los personajes
limítrofes, presentando a un clero decadente y manipulador. Un grupo de religiosos,
al que después se une un ministro de estado que termina reconociendo la igualdad
entre la Iglesia y el sistema al que pertenece, se ha reunido a deliberar sobre
el reciente ataque al templo de Siquitribum; y aprovechándose de la fe del
fraile Elgarberto, quien desea alcanzar el don, como Cúcara y Mácara, de ser
uno de los elegidos de la virgen, deciden, como lo expresa Rizk, reescribir el
acontecimiento. Se dirá que mientras Elgarberto rezaba, la virgen descendió provocando
la destrucción del templo, salvándose sólo el icono de la deidad. Pero como la
imagen se destruyó en la explosión, los religiosos deciden, excepto el
sacerdote 1º, que es una especie de Lutero en miniatura y pugna por regresar al
monoteísmo, a través de la nota que escriben Expectación y Angustias, sustituir
la imagen por la que está en el convento de San Francisco. Como se ha
comentado, a través de esta obra se advierte la intención desacralizadora de
los mitos históricos que se desarrolló a
partir del Nuevo historicismo.
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