“El
hombre sólo tiene acceso al mundo por mediación de la representación”, afirma Daniel
Meyran en su artículo “Teatralidad e historicidad”. Y es a través de la
representación de la sexta escena de La dama
boba que Avelino Juárez, alcalde de Tepan, advierte la posibilidad de que a
su pueblo llegue la alfabetización. Como también menciona Meyran, al definir la
Historia como la recuperación del pasado y a la historicidad como el sesgo
inmaterial que aquella produce, lo mismo que la literiariedad, ya propuesta por
el Formalismo ruso, y la Literatura, el individuo participa de la historicidad,
es decir del presente constante que le hace “ser”. La historicidad, en el texto
de Garro, viene a equipararse con la realidad (sustancia) de la que no
participan los pueblos de la obra: Tepan y Coapa, que en ocasiones nos parece
que se encontraran suspendidos en el tiempo. Pero es Avelino Juárez que, como
una alegoría, representa la idea de Meyran: de la construcción de la Historia
no participa solamente el sistema oficial, también la conciben las zonas
limítrofes y existen en ella. A partir de la representación del discurso, no de
la obra (como “referente histórico” y oficial) Avelino repara en que Tepan
puede acceder al conocimiento, al progreso y puede empezar a existir; idea que
se significa cuando los tepanos aparecen vestidos con atuendos del siglo XVII;
es decir que ya participan del discurso. Por otra parte, entre las ideas que
encabezan el artículo de Juan Villegas, resaltan los conceptos de objetividad y
de competencia cultural del espectador. Si bien ambos atañen a los
espectadores, es posible incluirlos en el texto de Garro por los dos niveles
miméticos que componen la obra: Avelino, Salvador y sus respectivos pueblos son
personajes, pero también son espectadores de la compañía de teatro ambulante.
En cuanto a la objetividad, Avelino Juárez es el mejor ejemplo. El personaje no
se percata de que es una representación, pues, como afirma Villegas: el
destinatario desea “una narración ceñida a la verdad de los hechos descritos”.
Para Avelino no son importantes las disyuntivas que plantea Lope de Vega en su
obra, en su carácter pragmático pretende nada más a un maestro que alfabetice a
los habitantes de Tepan. El segundo punto, la competencia cultural concierne tanto
a los personajes como a los espectadores reales, sobre todo a estos. Y el
recurso que emplea Garro actúa recíprocamente: suple tanto en la realidad como
en la ficción el desconocimiento, pues entera, sobre todo, como se ha dicho, a
los espectadores reales del referente dramático.
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