Si
bien La ciudad de los carrizos no
recupera el pasado histórico del que habla Kurt Spang, el texto, a través de la
reinterpretación del mito de Quetzalcóatl,
evoca el mítico, ejemplarizando, como menciona Spang, lo universal a partir de
lo particular. De acuerdo al filólogo, el autor literario “debe rellenar los
huecos” para representar la “supraindividualidad” del acontecimiento que reinterpreta.
Y esta es la ventaja del autor literario sobre el histórico, dice Spang,
mientras que aquel registra y dispone, el narrador reinventa. La obra de González
Caballero, si el mito de Quetzalcóatl, su caída y apoteosis, fuese apreciado
por nosotros, lectores contemporáneos, como realidad histórica, nos
percataríamos de que no pretende una reconstrucción arqueológica que sí
observamos, por ejemplo, en el texto de Luisa Josefina Hernández. Basta
recordar las primeras acotaciones que describen la escenografía y los
vestuarios, para intuir que no se persigue, como se decía, la representación
naturalista, si no el distanciamiento, la “representación antilusionista” que
clasifica Spang; y González Caballero lo hace a través de un Quetzalcóatl,
denominado príncipe Uno caña (nombre que anuncia la futura caída azteca), de
carácter ascético y enemigo de las guerras (floridas) y de los sacrificios
humanos. A través del hechicero Luna, el dios de la región del frío
(Huitzilopochtli) les informa que las ofrendas ya no son suficientes para
subsistir, por lo tanto exige los corazones de los sacrificados. A la decisión
temen que se oponga Uno caña, que además goza de la estima y consideración de
la mayoría de los habitantes; por lo tanto deciden corromper, como ocurre a la divinidad prehispánica,
al príncipe Uno caña, a través de la carnalidad, el éxtasis de los sentidos y
el falso testimonio. Cuando el príncipe se encuentra preso, víctima de la
maledicencia, el coro de voces lo impreca a ceder ante los sentidos, pero el
desvelamiento ocurre cuando tiene conciencia de su materialidad. Otro punto de
los que Spang desarrolla y que se observan en el texto de Glez. Caballero es la
temporalidad. Goethe, cita Spang, define el tiempo de la mímesis, anticipándose
al futuro, prolepsis que se observa en esta obra, sobre todo en la
caracterización de Uno caña, y que otorga al texto un carácter de, comenta
Spang, “parábola intemporal”. Y esta es la impresión que nos queda luego de
leer la obra, que el mito de la deidad prehispánica, como se ha visto en otros
de los textos que retoman el tema, es infinita en su interpretación.
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