Algunas son las piezas
teatrales que han abordado la “vida privada” de la representación escénica y de
aquellos que la realizan. Entre ellas la de Pilo Galindo, El teatro mata, cuyo argumento exhibe la decadencia del actor y
dramaturgo Diego Argüelles, personaje caído en desgracia que espera, como
Vladimir y Estragon en la obra de Beckett, a la que se alude en repetidas
ocasiones, la llegada de Fernando, antiguo compañero de estudios que se ha
convertido en un exitoso empresario, mientras aquel es agobiado por la
presencia invisible, para los personajes, no para los espectadores, de su “yo
consciente”.
Diego
espera a Fernando para venderle un par de boletos y algunos de los ejemplares
que le dieron fama. Pero esta espera es solamente el pretexto para evidenciar
cómo el teatro se ha convertido en una “maldición” para el dramaturgo. La
obra es inaugurada por una joven que toca un violín, mientras Diego
espera impaciente sobre la banca de un parque y escucha “la voz de su
conciencia”, materializada en un personaje que viste de uniforme clínico. La
violinista y Diego entablan un diálogo que termina en disputa; debaten cuál
de los dos es el más marginal: si Diego, que de actor y dramaturgo famoso terminó
anunciando chorizo en la televisión; o ella, licenciada en música, que a falta
de empleo, trabaja como artista ambulante. La discusión termina a través de un
juego metateatral: la conciencia de Diego, enterada de su situación como
personaje ficticio, exige a los técnicos un oscuro.
Este
personaje del “yo consciente” es capital para el desarrollo de la pieza, pues
él, a manera de donaire invisible, activa las acciones y actitudes de Diego, siendo su contraparte: mientras que este es benévolo, la conciencia es agresiva y soez. Resulta
muy significativo e irónico que esta lleve uniforme clínico, pues siendo su conciencia, no hace más que revelar las ilusiones malogradas:
Diego quería estudiar medicina, pero lamentablemente se decantó por las
Humanidades. Y esta recriminación es agudizada por el fantasma de la madre del protagonista, evidente alusión a los recursos shakesperianos. La anciana, como el rey Hamlet
a su hijo, aparece y le reclama que haya desperdiciado su vida en el
teatro, además de acusarle porque nunca le regresó los floreros, cuadros y
sillones que utilizaba como escenografía.
Otros
de los personajes que transitan por el escenario, son: una pareja de vagabundos
que acusan de degenerado al protagonista por su “prominente léxico”, así como un
admirador que manifiesta su manía por el dramaturgo. También aparecen una trabajadora doméstica que
recuerda al actor por sus ahora breves apariciones en la publicidad
televisiva y un guardia indolente que confunde el cadáver de Diego con el de un
mendigo. Diego, luego de descubrir que su existencia ha sido tan artificial y
efímera como lo puede ser una representación, muere de un infarto. Es muy
significativa la muerte del protagonista, que se encuentra significada en el parpadeo
de una de las candilejas. Mientras la luz se va apagando, el personaje muere,
desapareciendo, de manera inevitable, su conciencia.
Envidia de la sana es lo que realmente me da al haberme perdido la representación. Cayó entre semana y en esos días ando fundido. Voy a contar esta entrada por lo que te faltaba incorporar en la clase 2.2, de Ubersfeld.
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