Enviada
por la corona a participar del adoctrinamiento religioso, Dominga Parián, de
profesión actriz, llega al Nuevo Mundo seducida por la poesía mística que descuella
en Iberia. Acompañada de dos simples, Medoro y Ricelo, la actriz se encuentra
con un territorio en el que conviven el aún latente pasado prehispánico y el represivo
sistema clerical del virreinato. Dominga está frente a dos estructuras que, se
percata, la poesía, lejos de confrontar, sincretiza. Se encuentra con una
sociedad engañosa y lasciva, conductas en las que también participa el sistema
religioso, representado por el inquisidor fray Lupercio de Cáncer.
Roberto González
Echeverría, en “Un claro en la selva: de Santa Mónica a Macondo”, elucida el
origen y desarrollo de la narrativa latinoamericana a partir de la recuperación
del pasado mítico e histórico, sustancia
fundamental que, de acuerdo a Echeverría, se aglutina en Los pasos perdidos, tomando posteriormente un cariz paradigmático
en Cien años de Soledad. Todos los
temas y recursos estéticos de la narrativa latinoamericana, comenta el autor,
se encuentran resguardados, cual arcano, en un Archivo inmaterial que conjuga,
como se dijo en clase, lo propio y lo
extranjero. Y este mestizaje de la tradición literaria es el ámbito en el que
flota Dominga y que finalmente reconoce la autoridad, Felipe II, es decir el
canon literario y que se significa en el par de cabezas, guardadas en el baúl
(Archivo) que replican a la actriz. Las dos cabezas de Dominga, que además de
ser el pretexto del enredo con el inquisidor y la marquesa de Riaño, vienen a
simbolizar la ambivalencia del personaje, dualidad que se resuelve en la
poesía: una significa sus raíces ibéricas, la otra el gusto por la cultura
prehispánica, y la tercera, la Dominga de carne y hueso, es la transculturación
que a manera de crítica, y como uno de los tantos ejemplos de la pieza, se
observa cuando Ricelo recrimina a la actriz que ha dejado de usar el voseo.
El tono inquisitorial de la pieza,
evoca algunas de las leyendas que compilaría Luis González Obregón, hacia 1923;
entre ellas La Mulata de Córdoba. Pudiera
pensarse que el final de la pieza de Argüelles sería similar al de la leyenda
mencionada: Dominga, a punto de morir bajo el rigor de Lupercio, encontraría la
salvación en Tecatzin. Pero la resolución que presenta Argüelles, como terminaría
toda comedia del Siglo de oro, expone la tradición ibérica, evidenciando
nuevamente el sincretismo que menciona González Echeverría.
COMENTARIO DE "UN CLARO EN LA SELVA: DE MACONDO A SANTA MÓNICA"
En el capítulo de “Un claro en la selva: de
Macondo a Santa Mónica”, Roberto González Echavarría presenta una de las
discusiones fundamentales de la narrativa latinoamericana: el desgaste de los
mitos y situaciones precolombinas. El
crítico considera que esta inclinación literaria, como lo es la épica en la
literatura española, se debe a que el mito recrea el origen, principio que se
significa en el desarrollo de la historiografía
latinoamericana y cuyo portavoz ha sido la novela. Glez. Echavarría
considera que el mito es la materia primordial de la narrativa latinoamericana,
como la historia lo ha sido a otras tradiciones literarias, en las que la que
la ficción se ve filtrada a través de otros marcos textuales como la epístola,
el manuscrito o la crónica. Estas estrategias narrativas, sobre todo a partir
del desarrollo del Nuevo historicismo, en la literatura latinoamericana se ha
incorporado además el pasado mítico en narrativas como la de Carlos Fuentes,
basta recordar su cuento Chac Mool, o
en la de José Emilio Pacheco, dando cuenta de injerencia en la posmodernidad y
en lo que Milán Kundera,
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